uno

Detrás de la muralla suenan los ruidos de un mundo acabado, sin futuro, sin esperanza. Aquí no es mucho mejor.

Porque la cama está hecha de clavos
negros de sangre podrida.
Y la única luz se apagó hace años.


dos

Es aquí donde nací y aquí donde moriré: Arropado al calor de una explosión nuclear, viendo los rostros coloridos a dos metros con espinas y fuego, mordiendo la corteza de un arbol seco, respirando el humo negro hediondo a euforia. Y de esa tierra infertil brotan mis musculos atrofiados y mis ideas retorcidas. Nada puede mejorar, nada recibe la luz sin proyectar una sombra, en mi caso, alargada y con dientes descompuestos.

Y es esa sombra la que escudriña los rincones -ambiguedades; una miga de pan dulce o la moneda que un extraño dejó caer en el barro-, en busca de algún personaje del cual apropiarnos o una puerta que nos resulte familiar, para entrar caminando como un perro flaco al que no quiere que le sigan golpeando, o hablar con otra persona sin la ansiedad que produce la pregunta, ¿Estaré presionando de más?

Pero ella y yo sabemos que nuestra empresa solo termina en el Ukiyo,
o en la ciudad que no puede ser.


tres

El lenguaje no sirve de nada si no crece torcido. Aquí la única imagen sacra es la que ha sido violada hasta vomitar sangre, la mentira es el sujeto de mis abstracciones -las pulcras torres de cristal o los muros blancos deben ser ensuciados con pus, sangre y semen-, todo es imposible.

Las sonrisas solo pueden ser falsas porque la alegría fue aplastada cuando cayó el Muro de Berlín, hoy solo quedan ecos de los que intentar agarrarse para no naufragar. Pero yo tengo branquias.

Re-hacer.

Re-hacer.

Re-hacer.

Las sentencias son solo un remix de palabras dichas
una y otra vez, una y otra vez.


cuatro

Solo lo repugnante aspira a ser bello; columna de fuego que produce un árbol milenario, miedo de una madre que pierde a su hijo en el corazón de una ciudad superpoblada, estómago vacío del último oso polar.

Aquí el cerebro de Picasso vale más que su Guernica.

El sentido -perdido en los estrechos callejones del ciberespacio- se colgó con una cadena -dorada- que le presté porque su auto se había atascado en el fango.


cinco

El lugar donde mis manos no son mis manos y la sangre que bombea mi corazón no me pertenece es el lugar donde me siento en casa.

Solo puedo sentir nostalgia por lo no-vivido.

Sobre tú y yo, he concluido:

Somos alteraciones
que vibran a frecuencias distintas.

TODO ES RUIDO

acepto no acepto